Archivos Mensuales: abril 2013

Falacia Ad Hominem

Entrados en el tema de la argumentación, el pasado viernes comenzamos a descubrir las falacias. Esos argumentos cuyas premisas no garantizan la veracidad de su conclusión pero que se utilizan con mucha frecuencia en los razonamientos. 

Yo me he querido centrar en la falacia Ad Hominem. Este tipo de argumentación se basa en la credibilidad del emisor. Intenta contrarrestar conclusiones del emisor atacando a su persona. Es decir, quiere atacar a la persona que lo emite para que el receptor no confíe en él y, por tanto, tampoco lo haga en su argumento.

He querido destacar este tipo de falacias porque pienso que son las que más utilizan los políticos. Sus debates y argumentaciones se basan, muchas veces, en recriminarse y menoscabar su personalidad.

Pienso que los políticos deberían cambiar de estrategia. Creo que los ciudadanos saben perfectamente que ese tipo de argumentación no lleva a ningún acuerdo, aunque no sepan que se denomina falacia Ad Hominem. Es hora de que cambien este aspecto de razonamiento y que utilicen argumentos que sean veraces o, que por lo menos, cambien de estrategia porque todos sabemos que esta no funciona.

Lorena Hernández

Con diálogo se arregla todo

Hoy hemos comenzado en clase la parte de la asignatura que nos va a ocupar hasta final de curso: la argumentación. 

La argumentación es muy importante para nosotros, futuros periodistas, pero en realidad es muy importante para todo el mundo. El saber razonar y defender una posición u opinión es imprescindible. 

 No hay que confundir los términos convencer e imponer. En muchas ocasiones usamos la argumentación para convencer al otro, para hacerle ver que nuestra posición es la correcta o que por lo menos es también posible. Sin embargo, hay quien intenta imponer sus ideas. Nos da mil y una razones para que cambiemos nuestra mentalidad. Tozudo como una mula, él intentará desmontar lo nuestro, solo lo suyo será lo bueno.

De lo que no se da cuenta esta persona es que nosotros también somos tozudos como una mula y que difícilmente cederemos para ponernos de acuerdo. ¿Por qué? Porque nosotros funcionamos con topoi (ideales reconocidos por una misma comunidad). Nosotros tenemos unos topoi y él otros. No hay dos personas que los mismos todoi. Entonces si el realmente quiere convencernos de algo, analizará nuestros topoi y «atacará» por ahí. En cambio, si intenta convencernos con aquello en lo que no creemos desde un principio…difícilmente conseguirá algo. 

 

Alejandro Aisa 

ENTRE COL Y COL, LECHUGA… miedo a los verdugos.

Me encuentro en el Huffington Post un artículo que bajo el título “Nombres y apellidos desafortunados: Del chipriota Panicos al cocinero Lechuga”  nos muestra la ironía que algunos apellidos llevan implícita en función de la persona que los lleve. Me pareció gracioso -al principio- y creí oportuno escribir una entrada en el blog, cuando estamos ya casi en el ecuador de la asignatura. La intención no era otra que esbozar una sonrisa entre las implicaturas, las presuposiciones y el discurso referido, y creo que no había tampoco otra intención más allá en el autor del artículo objeto de este comentario. ¿O sí?  Este es el enlace para que lo leáis antes de seguir con esta entrada.

http://www.huffingtonpost.es/2013/03/19/nombres-apellidos-desafortunados_n_2909644.html?icid=hp_home_top_art#slide=2238720

Gracioso, ¿verdad? No obstante, a pesar de la apariencia desenfadada, el artículo incluye dos apellidos que implican (y así lo revela también el texto explicativo que los acompañan) mucho más allá de una ironía simple y sin intención. El hecho de que sea nada más y nada menos el Presidente del Banco Central de Chipre quien se apellide Panicos, y que precisamente en este momento se publique el artículo, puede llevar implícita también una intención de advertencia, de: ¡cuidado señores, el dirigente del Banco Central, en estos momentos de peligro para los ahorros de los chipriotas, se llama nada más y nada menos que Panicos! ¡Cuidado señores chipriotas, tengan un poco de miedo y protéjanse porque puede cundir el pánico!

O en el caso de Ana Mato, Ministra de Sanidad, cuando el comentario que acompaña la foto, se refiere a los recortes en su ministerio. Nos está diciendo: ¡Españoles, que nos están matando poco a poco, que nos están quitando los servicios públicos de salud y eso nos lleva a la muerte! Casi podría decirse que se está atribuyendo a la Ministra de lo que implica o entraña el significado de su apellido. ¡Qué fuerte!, como dicen ahora muchos jóvenes y no tan jóvenes.

Luego hay otros menos graves, más graciosos, como el señor que se apellida Lechuga y es un cocinero de gran prestigio, o Hermán Gomina dueño de una peluquería en Buenos Aires, o el dentista de apellido Muelas. E incluso un tal Berdugo, con B, que le distinguiría bien de verdugo, con v, por su escritura y que es además catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Salamanca. Está puesto en el artículo con disimulo, pero nuestra asociación de ideas es muy traidora: Pánicos, Mato, Berdugo… “mal rollo”, siguiendo el mismo lenguaje de los jóvenes y no tan jóvenes.

El orden enunciativo es importante también (y las fotografías que acompañan) en este artículo. Después de Pánicos y Mato, Escayolas y Moratones. Fácil que nuestra mente haga una asociación de ideas rápida, inconsciente y lineal y que nos presente una imagen global de daños. Luego Lechugas, para refrescar el artículo. Ruedas para volver a centrar el asunto. Berdugo casi como una amenaza, y Borregos para advertirnos de que hemos de reaccionar de alguna manera. Donaire a continuación, como un posible escape antes de Rejas. Gomina (corte de pelo) antes de Garrote (y ambos después de Rejas). Brain (cerebro) después de Garrote y antes de Paredes (muro). Volvemos a estar encerrados si aún no hemos muerto.  Luego viene Trigo, para despistar un poco, hemos de comer. Y dos Mata, uno detrás de otro y antes de Agredes. A continuación Muelas (me quedo sin ellas después de la agresión). Hoyos (agujero donde nos meten después de muertos) antes de Risas… por fin un poco de distensión… aunque ya no me quedan ganas de reír. Me parece demasiado macabro.

La conclusión de todo ello es que nuestra mente asocia o destaca el significado de una palabra (o apellido) según el contexto, y diversifica la intención en función de una serie de “memoria histórica” y estereotipos creados. En nuestra lógica difusa, entre la verdad y la mentira hay un cruce. Hay un entrañamiento en todo lo que se dice y no se desmiente siempre que exista ambigüedad. En este caso, el señor Panicos, se llama así desde que nació y lleva ya un tiempo al cargo del Banco Central de Chipre… y no es hasta este momento cuando su apellido cobra esa otra dimensión irónica (casi satírica diría yo) por los acontecimientos que acompañan en que los ahorros de los chipriotas peligran: ¡cunde el pánico!

Lo mismo de nuestra ministra de Sanidad, Ana Mato, que lleva ya un tiempo en el ministerio. Utilizar su apellido en un artículo, en principio gracioso, para resaltar los recortes en los servicios de salud pública, me parece un ejercicio ingenioso y una crítica subliminal muy oportuna. Lechugas, gominas, muelas, escayolas, ruedas… todos los demás apellidos aderezan un artículo gracioso, en apariencia sin otra intención, que encierra una crítica disimulada… como el refranero español diría en su sabiduría popular: “entre col y col, lechuga”.

 Aurora.